lunes, 11 de noviembre de 2013

Escuela de Sabiduría 2013, Tepoztlán


sábado, 16 de febrero de 2013

Día de Adyar

Todos los 17 de febrero la Sociedad Teosófica celebra el Día de Adyar, en esta ocasión la Sociedad Teosófica en México lo realizará el próximo 20 de febrero de 2013 en su sede nacional, les dejo el cartel y ojalá y puedan asistir.

viernes, 13 de julio de 2012

Documental de Adyar, sede internacional de la Sociedad Teosófica

Les comparto este documental que me encontré por ahí, agradezco a la ST de Córdoba, Argentina el haberlo traducido al español y a Ale Córdoba el subirlo, está muy instructivo.




lunes, 16 de abril de 2012

Curso "Los Astros: Aproximaciones Esotéricas" en la Sociedad Teosófica en México

Pues con la novedad que éste será el primer curso que impartiré en la Sociedad Teosófica. Será en la sede nacional en México, los viernes 20 de abril, 27 de abril y 4 de mayo, de las 19:00 a las 20:30 horas, con un pequeño convivio al final de cada sesión.
El tema que trataré será una comparación entre la ciencia y la teosofía respecto al sol, la luna y la tierra.
¿La luz produce calor o viceversa?
¿Sabían los antiguos de los ciclos solares de 11 años que la ciencia hoy confirma?
¿Es el sol realmente un faro incandescente?
¿Existe realmente una fuerza de gravedad?
Éstas y otras cuestiones serán tratadas en el curso. Los espero, la entrada es para todo público, con una cooperación simbólica, ya sea por sesión o por las tres.
La sede nacional de la ST en México se ubica en la calle de Ignacio Mariscal #126 Col. Tabacalera, entre el metro Revolución y el monumento a la Revolución.


miércoles, 22 de febrero de 2012

Darwin vs Blavatsky: El hombre no desciende del mono.


Es verdaderamente extraño que de la más científica de las autoridades sea de donde haya emanado la más anticientífica de todas las teorías sobre el asunto del Origen del Hombre. Es evidente, sobre todo con arreglo a los principios más fundamentales del darwinismo, que un ser organizado no puede descender de otro cuyo desarrollo esté en un orden inverso al suyo. Por consiguiente, con arreglo a estos principios, no puede considerarse al hombre como descendiente de ningún tipo simio.
Todo grupo de organismos tiende a multiplicarse más allá de los medios de subsistencia; la batalla constante de la vida -la “lucha para obtener lo bastante para comer y escapar de  ser comido”, añadida a las condiciones circundantes- necesita una perpetua extirpación de los ineptos. Los selectos de cada agrupación, que de este modo permanecen, propagan las especies y transmiten sus características orgánicas a sus descendientes. Todas las variaciones útiles se perpetúan de esta manera, y se efectúa una mejora progresiva. ¿Qué CAUSA, combinada con otras causas secundarias, produce las “variaciones” en los organismos? Muchas de estas causas secundarias son puramente físicas, climatológicas, de alimentación, etc. Muy bien. Pero más allá de los aspectos secundarios de la evolución orgánica, hay que buscar un principio más profundo. Las “variaciones espontáneas” y las “divergencias accidentales” de los materialistas son términos contradictorios, en un universo de “Materia, Fuerza y NECESIDAD”. La mera variabilidad del tipo, sin la presencia inspeccionadora de un impulso casi inteligente, no puede explicar, por ejemplo, las complejidades estupendas y las maravillas del cuerpo humano. La insuficiencia de la teoría mecánica de los darwinistas ha sido detalladamente expuesta por el Dr. Von Hartmann, entre otros pensadores puramente negativos. El escribir, como lo hace Haeckel, de células ciegas indiferentes, “ordenándose a sí mismas en órganos”, es abusar de la inteligencia del lector.
El darwinismo sólo descubre la Evolución en su punto medio, es decir, cuando la evolución astral ha sido reemplazada por el funcionamiento de las fuerzas físicas ordinarias conocidas por nuestros actuales sentidos. Pero la teoría darwinista, hasta en este punto, aun con los “desarrollos” que últimamente se han intentado, no puede hacer frente a los hechos que el caso presenta. La causa que yace en el fondo de la variación fisiológica de las especies -a la cual todas las otras leyes están subordinadas y son secundarias- es una inteligencia subconsciente que penetra la materia, y que en último término es una REFLEXIÓN de la sabiduría Divina y Dhyân-Chohánica. Un pensador tan conocido como Ed. von Hartmann ha llegado a una conclusión parecida, pues desesperando de la eficacia de la Selección Natural no ayudada, considera a la Evolución como inteligentemente guiada por lo INCONSCIENTE - el Logos Cósmico del Ocultismo. Pero este último actúa sólo empleando como medio a FOHAT, o sea la energía Dhyân Chohánica.
Darwin coloca en el lugar de una fuerza creativa consciente, construyendo y ordenando los cuerpos orgánicos de los animales y plantas con arreglo a un plan designado, una serie de fuerzas naturales operando ciegamente (según nosotros decimos) sin fin y sin designio. En lugar de un acto arbitrario de operación, tenemos una ley de Evolución necesaria... (también la tenían Manu y Kapila, y, al mismo tiempo, Poderes directores conscientes e inteligentes). Darwin, muy sabiamente había dejado a un lado la cuestión de la primera aparición de la vida.

La forma más elevada es la que contiene la explicación completa de la más ínfima, nunca lo contrario.



La teoría de Haeckel de que “el lenguaje surgió gradualmente de algunos simples y rudos sonidos animales”, visto que tal “lenguaje aún permanece entre unas pocas razas del rango más ínfimo”, es por completo incorrecto, según arguye el profesor Max Müller entre otros. Sostiene él que aún no se ha dado explicación plausible alguna de cómo vinieron a la existencia las “raíces” del lenguaje. Para el lenguaje humano se requiere un cerebro humano. Y las cifras que relacionan el tamaño de los cerebros respectivos del hombre y del mono muestran cuán profundo es el abismo que separa a los dos. Vogt dice que el cerebro del mono más grande, el gorila, no mide más que 30’51 pulgadas cúbicas; al paso que el término medio del cerebro de los indígenas australianos de cabeza achatada -la más inferior, actualmente, de las razas humanas- llega a 99’35 pulgadas cúbicas! Los números son testigos rudos, y no saben mentir. Por consiguiente, como observó con verdad el doctor F. Pfaff, cuyas premisas son tan sanas y correctas como necias sus conclusiones bíblicas: El cerebro de los monos más parecidos al hombre no llega a la tercera parte del cerebro de los hombres de las razas más inferiores: no es la mitad del tamaño del cerebro de un recién nacido.

Por lo anterior es, pues, muy fácil de ver que para probar las teorías Huxley-Haeckelianas de la ascendencia del hombre, no es uno, sino un gran número de “eslabones perdidos” -una verdadera escala de progresivos peldaños evolucionarios- que tendrían primeramente que encontrarse y luego ser presentados por la Ciencia a la presente humanidad pensante y razonadora, antes de que ella abandonase su creencia en los Dioses y en el Alma inmortal, para rendir culto a los antecesores cuadrúmanos.

La teoría de Darwin las transmutaciones no tienen lugar ni por la casualidad ni en todas las direcciones. Son ellas regidas por ciertas leyes debidas a la organización misma. Si un organismo se modifica una vez en una dirección dada, puede sufrir cambios secundarios o terciarios; pero conservará la impresión del original. Dos seres pertenecientes a dos tipos distintos pueden referirse a un antecesor común, pero el uno no puede ser descendiente del otro. Ahora bien; el hombre y el mono presentan un contraste muy sorprendente por lo que respecta al tipo. Sus órganos corresponden casi exactamente término por término; pero estos órganos están arreglados bajo un plan muy distinto. En el hombre están ordenados de modo que es esencialmente un andador, mientras que en el mono necesitan que sea un trepador... Hay aquí una diferencia anatómica y mecánica. La consecuencia de estos hechos, desde el punto de vista de la aplicación lógica de la ley de las caracterizaciones permanentes, es que el hombre no puede descender de un antecesor ya caracterizado como mono, como no puede descender un mono catarrino sin cola, de un catarrino con ella. Un animal caminante no puede descender de uno trepador. Esto fue claramente comprendido por Vogt.
 Al colocar al hombre entre los primates, declara él sin vacilar que las clases más ínfimas de los monos han pasado el jalón (el antecesor común) de que han partido y divergido los diferentes tipos de familia. (A este antecesor de los monos lo ve la Ciencia Oculta en el grupo humano más inferior durante el período Atlante, como se ha indicado). Debemos pues, colocar el origen del hombre más allá del último mono (lo que corrobora nuestra doctrina), si queremos adherirnos a una  de las leyes más estrictamente necesarias a la teoría darwiniana.

Sin  embargo, tenemos una cosa en común con la escuela darwinista, y es la ley de la evolución gradual y extremadamente lenta, abarcando muchos millones de años. El pleito principal, según parece, está en lo que se refiere a la naturaleza del “antecesor” primitivo. Se nos dirá que el Dhyân Chohan, o el “progenitor” del Manu, es un ser hipotético desconocido en el plano físico. Contestamos que toda la Antigüedad creía en él, y que hoy creen las nueve décimas partes de la humanidad presente; mientras que no sólo es el hombre pitecoide u hombre-mono un ser puramente hipotético de la creación de Haeckel, desconocido e incontrable en esta Tierra, sino que además su genealogía -según él la ha inventado- choca con los hechos científicos, y con todos los datos conocidos de los descubrimientos modernos de la Zoología. Es sencillamente un absurdo, aun como ficción. Según demuestra De Quatrefages en pocas palabras, Haeckel “admite la existencia de un hombre pitecoide absolutamente teórico” - cien veces más difícil de aceptar que cualquier antecesor Deva. Y no es éste el único ejemplo en que procede de un modo semejante, a fin de completar su cuadro genealógico. En una palabra: él mismo admite su invención cándidamente; pues confiesa la no existencia de su Sozura (estado catorce) - un ser completamente desconocido para la Ciencia - al confesar bajo su propia firma que: La prueba de su existencia se funda en la necesidad de un tipo intermedio entre los estados trece y catorce.

¿Cuáles son esas pruebas decisivas de la descendencia del hombre de un antecesor pitecoide? Si la teoría darwinista no es la verdadera, se nos dice; si el hombre y el mono no descienden de un antecesor común, entonces tenemos que explicar la razón de:
            I. La semejanza de estructura entre los dos; el hecho de que el mundo animal superior -el hombre y la bestia- sea físicamente de un tipo o modelo.
            II. La presencia de órganos rudimentarios en el hombre, esto es, rastros de órganos anteriores, ahora atrofiados por falta de uso. Algunos de estos órganos, se asegura, no hubieran tenido ningún objeto, excepto en un monstruo semianimal, semiarbóreo. ¿Por qué, además, encontramos en el hombre esos órganos “rudimentarios” -tan inútiles como inútil es el ala rudimentaria al aptérix de Australia-, el apéndice vermiforme del caecum, los músculos de los oídos, la “cola rudimentaria”, con la cual nacen todavía algunos niños, etc.?



           
Entre las criaturas existentes no hay una sola forma intermedia que pueda llenar el vacío que existe entre el hombre y el mono. Ignorar este vacío, añadía, “sería tan injusto como absurdo”.
Finalmente, lo absurdo de semejante descendencia antinatural del hombre es tan palpable, en vista de todas las pruebas y testimonios que resultan de la comparación del cráneo del pitecoide con el del hombre, que De Quatrefages acudió inconscientemente a nuestra teoría esotérica, diciendo que más bien son los monos los que pueden pretender su descendencia del hombre, que no lo contrario. Según Gratiolet ha probado, respecto de las cavidades del cerebro de los antropoides -en cuyas especies se desarrolla este órgano en razón inversa a lo que sucedería si los órganos correspondientes en el hombre fueran realmente producto del desarrollo de tales órganos en el mono-, el tamaño del cráneo humano y de su cerebro, así como las cavidades, aumentan con el desarrollo individual del hombre. Su inteligencia se desarrolla y aumenta con la edad, al paso que sus huesos faciales y quijadas disminuyen y se fortalecen, haciéndose así más y más espiritual, mientras que con el mono sucede lo contrario. En su juventud, el antropoide es mucho más inteligente y bueno, al paso que con la edad se hace más obtuso; y, a medida que su cráneo retrocede y parece disminuir, según va creciendo, sus huesos faciales y quijadas se desarrollan, y el cráneo se aplasta finalmente y se echa por completo atrás, marcándose cada día más el tipo animal. El órgano del pensamiento, el cerebro, retrocede y disminuye, completamente dominado y reemplazado por el de la fiera, el aparato de las quijadas.
Debido al tipo mismo de su desarrollo, el hombre no puede descender ni del mono ni de un antecesor común al mono y al hombre, sino que indica que su origen es de un tipo muy superior a él mismo. Y este tipo es el “Hombre Celeste”; los Dyân Chohans, o los llamados Pitris, según se ha manifestado en la Parte I del volumen III. Por otra parte, el pitecoide, el orangután, el gorila y el chimpancé, pueden, como la Ciencia Oculta lo enseña, descender de la Cuarta Raza-Raíz humana animalizada, siendo un producto del hombre y de especies de mamíferos ya extinguidas -cuyos remotos antecesores eran, a su vez, producto de la bestialidad lemura- y que vivían en el período Mioceno. La ascendencia de este monstruo semi-humano se explica en las Estancias como teniendo origen en el pecado de las razas “sin mente”, en el período medio de la Tercera Raza.
           
Lo mismo acontece con la importante cuestión de los órganos “rudimentarios” descubiertos por los anatómicos en el organismo humano. Indudablemente, esta clase de argumentación, manejada por Darwin y Haeckel contra sus adversarios europeos, resultó de gran peso. Los antropólogos, que se atrevieron a disputar la derivación del hombre de antecesores animales, se encontraron totalmente embarazados para explicar la presencia de agallas, el problema de la “cola”, etc. En este punto también viene el Ocultismo en nuestro apoyo, con los informes necesarios.
El hecho es que, según se ha dicho ya, el tipo humano es el repertorio de todas las formas orgánicas potenciales y el punto central de donde éstas irradian. En este postulado encontramos una verdadera “evolución” o “desenvolvimiento”, en un sentido que no puede decirse que pertenezca a la teoría mecánica de la Selección Natural. Criticando las deducciones de Darwin de los “rudimentos”, un hábil escritor observa:

¿Por qué no ha de tener la misma probabilidad de ser una hipótesis verdadera el suponer que el hombre fue primeramente creado con esas señales rudimentarias en su organización, las cuales se convirtieron en apéndices útiles en los animales inferiores en que el hombre degeneró, como suponer que estas partes existían en completo desarrollo, actividad y uso práctico en los animales inferiores de los cuales fue generado el hombre?.

Léase en lugar de “en los cuales el hombre degeneró”, “los prototipos que el hombre esparció, en el curso de sus desenvolvimientos astrales”, y tendremos ante nosotros un aspecto de la verdadera solución esotérica. Pero ahora vamos a formular una generalización más amplia.
En lo que concierne a nuestro presente período terrestre de la Cuarta Ronda, sólo la fauna mamífera puede considerarse originada de los prototipos desprendidos del Hombre. Los anfibios, los pájaros, reptiles, peces, etcétera, son los resultados de la Tercera Ronda, formas astrales fósiles, almacenadas en la cubierta áurica de la Tierra, y proyectadas en objetividad física, subsiguientemente a la deposición de las primeras rocas laurenianas. La “Evolución” tiene efecto en las modificaciones progresivas que la Paleontología muestra que han afectado a los reinos inferiores, animal y vegetal, en el curso del tiempo geológico. No toca, ni puede tocar, por la misma naturaleza de las cosas, al asunto de los tipos prefísicos que sirvieron de base a la futura diferenciación. Puede, seguramente, determinar las leyes generales que dirigen el desarrollo de los organismos físicos; y, hasta cierto punto, ha desempeñado hábilmente la tarea.
Los mamíferos cuyos primeros rastros se descubren en los marsupiales de las rocas triásicas de la época Secundaria, fueron evolucionados de progenitores puramente astrales, contemporáneos de la Segunda Raza. Son, pues, posthumanos, y, por consiguiente, es fácil explicarse la semejanza general entre sus estados embrionarios y los del Hombre, quien necesariamente encierra en sí y compendia en su desarrollo los rasgos del grupo que originó. Esta explicación desecha una parte del epítome darwinista.
Pero ¿cómo explicar la presencia de las agallas en el feto humano, las cuales representan el estado por el cual pasan en su desarrollo las branquias del pez; el vaso palpitante que corresponde al corazón de los peces inferiores y el cual constituye el corazón del feto; la completa analogía que presenta la segmentación del óvulo humano, la formación del blastodermo y la aparición del estado “gástrula” con estados correspondientes de la vida vertebrada inferior y aun entre las esponjas; los diversos tipos de la vida animal inferior que la forma del futuro niño delinea en el ciclo de su crecimiento?... ¿Cómo es que sucede que ciertos estados de la vida de los peces, cuyos antecesores nadaron (evos antes de la época de la Primera Raza) en los mares del período Siluriano, así como también estados de la fauna anfibia y reptil posterior, se reflejen en la “historia compendiada” del desarrollo del feto humano?
Esta objeción plausible es contestada con la explicación de que las formas animales terrestres de la Tercera Ronda se referían tanto a los tipos plasmados por el Hombre de la Tercera Ronda, como esa nueva importación en el área de nuestro planeta -el tronco mamífero- se refiere a la Humanidad de la Segunda Raza-Raíz de la Cuarta Ronda. El proceso del desarrollo del feto humano compendia, no sólo las características generales de la vida terrestre de la Cuarta Ronda, sino también las de la Tercera. El diapasón del tipo es recorrido en compendio. Los Ocultistas, pues, no se ven apurados para “explicarse” el nacimiento de niños con un verdadero apéndice caudal, o el hecho de que la cola en el feto humano sea, en cierto período, de doble tamaño que las nacientes piernas. La potencialidad de todos los órganos útiles a la vida animal está encerrada en el Hombre -el Microcosmo del Macrocosmo- y con alguna frecuencia condiciones anormales pueden dar por resultado los extraños fenómenos que los darwinistas consideran como una “reversión a rasgos de antecesores”. Reversión, verdaderamente; pero no en el sentido que suponen nuestros empíricos de hoy. 
Tomado de la Doctrina Secreta de HPB, Vol. 4





viernes, 9 de septiembre de 2011

La Memoria y la Reencarnación en los Déjà vu


Después de algún tiempo de ausencia en el blog (más no en pensamiento ni acción) vuelvo a publicar algo para ti, en esta ocasión, un extracto del libro Isis sin Velo vol. 1 de Madame Blavatsky, libro que leímos en la logia Morya y que nos tomó casi dos años discutir. Ahora, releyendo, me pareció interesante el tema: ¿Quién no ha experimentado un Déja vu? Sensación que tenemos al recordar algo que aún no hemos vivido, un "esto ya lo viví" "siento que ya te conocí" "yo ya estuve aquí". A pesar de que podría argüirse a favor de la teoría de la Reencarnación, HPB nos explica desde el punto de vista del ocultismo el fénomeno, que se debe en gran parte a las travesuras de nuestro cuerpo astral durante el sueño. Leamos pues:


La memoria, cuya naturaleza funcional es desesperación del materialista, enigma para el psicólogo y esfinge para el científico, es para el estudiante de filosofía antigua la potencia compartida con muchos animales inferiores, mediante la cual, inconscientemente, ve en su interior iluminadas por la luz astral las imágenes de pasados pensamientos, actos y sensaciones. El estudiante de ocultismo no ve en los ganglios cerebrales “micrógrafos de lo vivo y de lo muerto, de lugares en que hemos estado y de sucesos en que hemos intervenido”, sino que acude al vasto receptáculo donde por toda la eternidad se almacenan las vibraciones del cosmos y los anales de las vidas humanas.
         La ráfaga de memoria que según tradición representa a los náufragos las escenas de su vida pasadda, como el fulgor del relámpago descubre momentáneamente el paisaje a los ojos del viajero, no es más que la súbita ojeada que el alma, en lucha con el peligro, da a las silenciosas galerías en que está pintada su historia con impalidecibles colores.
            Por la misma causa suelen sernos familiares ciertos parajes y comarcas en que hasta entonces no habíamos estado y recordar conversaciones que por vez primera oímos o escenas acabadas de ocurrir, según de ello hay noventa por ciento de testimonios. Los que creen en la reencarnación aducen estos hechos como otras tantas pruebas de anteriores existencias, cuya memoria se aviva repentinamente en semejantes circunstancias. Sin embargo, los filósofos de la antigüedad y de la Edad Media opinaban que si bien este fenómeno psicológico es uno de los más valiosos argumentos a favor de la inmortalidad y preexistencia del alma, no lo es en pro de la reencarnación, por cuanto la memoria anímica es distinta de la cerebral. Como elegantemente dice Eliphas Levi: “la naturaleza cierra las puertas después de pasar una cosa e impele la vida hacia delante”, en más perfeccionadas formas. La crisálida se metamorfosea en mariposa, pero jamás vuelve a ser oruga. En el silencio de la noche, cuando el sueño embarga los corporales sentidos y reposa nuestro cuerpo físico, “queda libre el astral, según dice Paracelso, y deslizándose de su terrena cárcel, se encamina hacia sus progenitores y platica con las estrellas”. Los sueños, presentimientos, pronósticos, presagios y vaticinios son las impresiones del cuerpo astral en el cerebro físico, que las recibe más o menos profundamente, según la intensidad del riego sanguíneo durante el sueño. Cuanto más débil esté el cuerpo físico, más vívida será la memoria anímica y de mayor libertad gozará el espíritu. 






Cuando después de profundo y reposado sueño sin ensueños se restituye el hombre al estado de vigilia, no conserva recuerdo alguno de su existencia nocturna y, sin embargo, en su cerebro están grabadas, aunque latentes bajo la presión de la materia, las escenas y paisajes que vio durante su peregrinación en el cuerpo astral. Estas latentes imágenes pueden revelarse por los relámpagos de anímica memoria que establecen momentáneos intercambios de energía entre el universo vivible y el invisible, es decir, entre los ganglios micrográficos cerebrales y las películas escenográficas de la luz astral. Por lo tanto, un hombre que nunca haya estado personalmente en un paraje ni visto a determinada persona, puede asegurar que ha estado y la ha visto, porque adquirió el conocimiento mientras actuaba en “espíritu”. Los fisiólogos sólo pueden objetar a esto diciendo que en el sueño natural y profundo está la voluntad inerte y es incapaz de actuar, tanto más cuanto no creen en el cuerpo astral y el alma les parece poco menos que un mito poético. Blumenbach afirma que durante el sueño queda en suspenso toda comunicación entre cuerpo y mente; pero Richardson, de la Sociedad Real de Londres, redarguye acertadametne al fisiólogo alemán, diciéndole que se ha excedido en sus afirmaciones, pues no se conocen todavía a punto fijo las relaciones entre cuerpo y mente. Añadamos a esta opinión la del fisiólogo francés Fournié y la del eminente médico inglés Allchin, quien confiesa con entera franqueza que no hay profesión científica de tan insegura base como la medicina, y veremos que no sin justicia deben oponerse las ideas de los sabios antiguos frente a las de la ciencia moderna.




miércoles, 23 de marzo de 2011

Aviso importante

Los horarios y teléfonos de la Sociedad Teosófica en México son:

Tel: 5546-6545 de lunes a viernes de 18:00 a 21:00 horas
5119-2820 de10:00 a 18:00 horas de lunes a viernes.
Y está ubicada en Ignacio Mariscal 126 col. Tabacalera, entre el metro Revolución y el monumento a la Revolución, su ubicación en Google Maps es ésta: http://goo.gl/maps/DfMb

miércoles, 23 de febrero de 2011

Los ritos paganos y el paganismo

¿Qué nos dice el Glosario Teosófico de Madame Blavatsky sobre el término Pagano?
Pagano  (Del latín paganus).-  Al principio, no tenía esta palabra ningun mal significado; equivalía simplemente a habitante del campo o de los bosques, o sea aquel que vive a gran distancia de los templos de la ciudad y desconoce, por lo tanto, la religión del Estado y sus ritos.  A palabra “gentil” (heathen, en inglés) tiene un significado parecido, y designa al que vive en los matorrales (heaths, en inglés) y en el campo.  Pero en la actualidad, ambos términos vienen a significar idólatras(G.T. H.P.B.)

¿Y de los dioses paganos?
Dioses paganos.-  Este término se ha interpretado erróneamente en el sentido de ídolos.  La idea filosófica relacionada con tales dioses no fue nunca de algo objetivo o antropomórfico, sino que en cada caso se trataba de una potencia abstracta, una virtud o una cualidad de la Naturaleza.  Dioses hay que son divinos Espíritus planetarios (Dhyan Chohans) o Devas, entre los cuales figuran también nuestros Egos.  A excepción de esto, y especialmente siempre que están representados por un ídolo o en una forma antropomórfica, tales dioses, en los panteones indo, egipcio o caldeo, representan simbólicamente Potencias espirituales y sin forma pertenecientes al “Kosmos invisible”.  [“Es incontestable –dice el abate Martigny en su Dictionn. Des Antiquités Chrétiennes –que en los tres primeros siglos del Cristianismo se encuentran con bastante frecuencia en las pinturas, tumbas y sarcófagos genios, centauros, cariátides, telamones, ninfas, náyades y otros asuntos de las “fábulas de la teología pagana”.  –Véase: Dioses inferiores.]  (G.T. H.P.B.)




Nos lleva irremediablemente a las sectas, de las cuales, el propio Jesucristo formó parte en una de ellas:

LA  SECTA  NAZARENA

La secta nazarena existía ya unos ciento cincuenta años antes de J. C., y sus prosélitos habitaban a orillas del Jordán y en la ribera oriental del mar Muerto, según Plinio y Josefo.
Dice Munk que galileo es casi equivalente a nazareno, y que los naturales de dicha comarca de Judea mantenían muy íntimo trato con los gentiles, hasta el punto de que la plebe se había asimilado algunos ritos y ceremonias religiosas del paganismo, por lo que los judíos ortodoxos miraban despectivamente a los galileos.
Añade Munk que “los nazarenos formaban ya comunidad regular antes de la promulgación de las leyes de Musah”; y así lo demuestra el pasaje del Libro de los Números que minuciosamente describe esta secta, hasta el punto de que en las órdenes dadas por el Señor a Moisés se reconocen sin dificultad los ritos, ceremonias y reglas de los sacerdotes de Adonis, pues como estos se obligaban los esenios a la pureza y abstinencia y se dejaban crecer el cabello. Del profeta Elías, también nazareno, dicen las Escrituras que era “hombre peludo, que lleva ceñido a sus lomos un cinto de cuero”.
Los autores antiguos aplicaron las denominaciones nazar y nazareth indistintamente a los adeptos indios y paganos. De seguro nos concitaríamos las iras clericales con sólo apuntar la idea, muy verosímil por otra parte, de que los nazarenos de Judea y sobre todo los “profetas del Señor”, estaban iniciados en los Misterios paganos y pertenecían en su mayor parte a una misma confraternidad internacional de adeptos. Recordemos a este propósito que según refieren Amiano Marcelino y otros historiadores, al penetrar Darío Hystaspes en la Bactriana (India septentrional), aprendió de los brahmanes la ciencia astrológica y cosmológica con ritos de purísima significación que comunicó a los magos. En cambio, también dice la historia que Darío acabó con los magos y restableció el culto de Ormuzd y la religión pura de Zoroastro, lo cual parece oponerse al epitafio puesto en la tumba de Darío diciendo que fue hierofante o maestro de magia. El error histórico resulta evidente, de modo que en esta confusión de nombres, el Zoroastro instructor de Pitágoras no pudo ser el fundador de la religión parsi ni el reformador Zarathustra ni el profeta de la corte de Vistaspa ni tampoco el que sobrepuso la autoridad de los magos a la de los mismos reyes. En el Avesta, que es el más antiguo texto sagrado parsi, no se descubre ni el más ligero indicio de que el reformador hubiese tenido relación alguna con los países que posteriormente adoptaron el culto mazdeísta, pues ni siquiera menciona a los iranios, medos, asirios y persas. Por lo tanto, es muy natural que el nombre de Zoroastro no fuese propio de una sola personalidad, sino común a todos los jerarcas de la religión mazdeísta.(Isis sin velo, tomo 3, HPB).
Quítemosle pues el aroma de malo, prohibido, satanismo y perdición a los ritos paganos, pues son origen de las grandes religiones monoteístas, y no se originan en otro lado sino en la misma naturaleza. Las fuerzas de la naturaleza son a las que debemos rendir culto y trabajar con ellas, a ellas nos debemos.

viernes, 14 de enero de 2011

El Zodíaco




Zodíaco (Griego).- De la voz zodion, diminutivo de zoon, animal. Esta palabra es empleada con una significación dual; puede referirse al Zodíaco fijo e intelectual, o al Zodíaco movible y natural. “En astronomía –dice Science- es un cinturón imaginario en el cielo, 16 o 18 grados de ancho, por el medio del cual pasa la vía del sol (la eclíptica)”. Contiene las doce constelaciones que constituyen los doce signos del Zodíaco, y de las cuales reciben su nombre. Como la naturaleza de la luz zodiacal –aquella figura triangular prolongada y luminosa, que estando situada casi en la eclíptica, con su base en el horizonte y su vértice a mayores y menores alturas, sólo puede verse durante los crepúsculos matutino y vespertino- es enteramente desconocida para la ciencia, el origen y la verdadera significación y el sentido oculto del Zodíaco fueron y todavía son un misterio, para todos excepto para los Iniciados. Estos últimos han guardado bien sus secretos. Entre el caldeo contemplador de los astros y el moderno astrólogo media aun hoy día un ancho abismo; y ellos andan errantes, segun las palabras de Albumazar, “entre los polos, y los ejes celestes, entre excéntricas, centros, concéntricas, círculos y epiciclos”, con vana pretensión a algo más que la profana habilidad humana. Con todo, algunos de los astrólogos, desde Tycho Brahe y Kepler, de astrológica memoria, hasta los modernos Zadkiels y Raphaels, han intentado hacer una ciencia maravillosa de tan escasos materiales ocultos como tenían a la mano desde Ptolomeo en adelante. (Véase: Astrología). Volviendo al Zodíaco astrológico propiamente dicho, sin embargo, es un círculo imaginario que pasa alrededor de la tierra en el plano del ecuador, llamándose su primer punto Aries 0 grados. Está dividido en doce partes iguales denominadas “Signos del Zodíaco”, conteniendo cada una 30 grados de espacio, y en él está medida la verdadera ascención de los cuerpos celestes. Zodíaco móvil o natural es una serie de constelaciones que forman un cinturón de 47 grados de ancho, situado al norte y al sur del plano de la eclíptica. La precesión de los equinoccios es causada por el “movimiento” del sol a través del espacio, lo cual hace que las constelaciones parezcan moverse hacia adelante contra el orden de los signos a razón de 50 y 1/3 segundos por año. Un simple cálculo demostrará que a dicha razón la constelación de Tauro (Aleph en hebreo) se hallaba en el primeri signo del Zodíaco al principio del Kali Yuga, y por consiguiente el punto equinoccial caía allí. En este tiempo también Leo estaba en el solsticio de verano, Scorpio en el equinoccio de otoño y Acuario en el solsticio de invierno, y estos hechos forman la clave astronómica de la mitad de los misterios religiosos del mundo, incluso el esquema cristiano. El Zodíaco fue conocido en la India y el Egipto durante incalculables edades, y el conocimiento de los sabios (magos) de estos países, con respecto a la influencia oculta de las estrellas y de los cuerpos celestes sobre nuestra tierra, fue mucho mayor de lo que la astronomía profana puede jamás esperar alcanzar. Si, aun hoy día, en que la mayor parte de los secretos de los Asuramayas y de los Zoroastros se han perdido, está aun ampliamente demostrado que los horóscopos y la astrología judiciaria están muy lejos de estar basados en la ficción, y si hombre tales como Kepler y hasta sir Isaac Newton creían que los astros y las constelaciones influían en el destino de nuestro globo y sus humanidades, no se requiere de gran esfuerzo de fe para creer que unos hombres que estaban iniciados en los misterios de la Naturaleza, lo mismo que en astronomía y astrología, supiesen de una manera precisa de qué modo las naciones y la humanidad, las razas todas, lo mismo que los individuos, pudiesen ser afectados por los llamados “signos del Zodíaco”. [He aquí los nombres sánscritos que dieron los antiguos escritores indos a los doce signos del Zodíaco: 1) Mecha (Aries); 2) Richabha (Tauro); 3) Mithuna (Géminis); 4) Karkâtaka (Cáncer); 5) Simha (Leo); 6) Kanyâ (Virgo); 7) Tulâ (Libra); 8) Vrischika (Escorpio); 9) Dhanus (Sagitario); 10) Makara (Capricornio); 11) Kumbha (Acuario); y 12) Mîna (Piscis). –Véase el interesante artículo de T. Subba Row titulado Los doce signos del Zodíaco, que apareció en la selecta colección de Five Years of Theosophy.] (G.T. H.P.B.)
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