viernes, 9 de septiembre de 2011

La Memoria y la Reencarnación en los Déjà vu


Después de algún tiempo de ausencia en el blog (más no en pensamiento ni acción) vuelvo a publicar algo para ti, en esta ocasión, un extracto del libro Isis sin Velo vol. 1 de Madame Blavatsky, libro que leímos en la logia Morya y que nos tomó casi dos años discutir. Ahora, releyendo, me pareció interesante el tema: ¿Quién no ha experimentado un Déja vu? Sensación que tenemos al recordar algo que aún no hemos vivido, un "esto ya lo viví" "siento que ya te conocí" "yo ya estuve aquí". A pesar de que podría argüirse a favor de la teoría de la Reencarnación, HPB nos explica desde el punto de vista del ocultismo el fénomeno, que se debe en gran parte a las travesuras de nuestro cuerpo astral durante el sueño. Leamos pues:


La memoria, cuya naturaleza funcional es desesperación del materialista, enigma para el psicólogo y esfinge para el científico, es para el estudiante de filosofía antigua la potencia compartida con muchos animales inferiores, mediante la cual, inconscientemente, ve en su interior iluminadas por la luz astral las imágenes de pasados pensamientos, actos y sensaciones. El estudiante de ocultismo no ve en los ganglios cerebrales “micrógrafos de lo vivo y de lo muerto, de lugares en que hemos estado y de sucesos en que hemos intervenido”, sino que acude al vasto receptáculo donde por toda la eternidad se almacenan las vibraciones del cosmos y los anales de las vidas humanas.
         La ráfaga de memoria que según tradición representa a los náufragos las escenas de su vida pasadda, como el fulgor del relámpago descubre momentáneamente el paisaje a los ojos del viajero, no es más que la súbita ojeada que el alma, en lucha con el peligro, da a las silenciosas galerías en que está pintada su historia con impalidecibles colores.
            Por la misma causa suelen sernos familiares ciertos parajes y comarcas en que hasta entonces no habíamos estado y recordar conversaciones que por vez primera oímos o escenas acabadas de ocurrir, según de ello hay noventa por ciento de testimonios. Los que creen en la reencarnación aducen estos hechos como otras tantas pruebas de anteriores existencias, cuya memoria se aviva repentinamente en semejantes circunstancias. Sin embargo, los filósofos de la antigüedad y de la Edad Media opinaban que si bien este fenómeno psicológico es uno de los más valiosos argumentos a favor de la inmortalidad y preexistencia del alma, no lo es en pro de la reencarnación, por cuanto la memoria anímica es distinta de la cerebral. Como elegantemente dice Eliphas Levi: “la naturaleza cierra las puertas después de pasar una cosa e impele la vida hacia delante”, en más perfeccionadas formas. La crisálida se metamorfosea en mariposa, pero jamás vuelve a ser oruga. En el silencio de la noche, cuando el sueño embarga los corporales sentidos y reposa nuestro cuerpo físico, “queda libre el astral, según dice Paracelso, y deslizándose de su terrena cárcel, se encamina hacia sus progenitores y platica con las estrellas”. Los sueños, presentimientos, pronósticos, presagios y vaticinios son las impresiones del cuerpo astral en el cerebro físico, que las recibe más o menos profundamente, según la intensidad del riego sanguíneo durante el sueño. Cuanto más débil esté el cuerpo físico, más vívida será la memoria anímica y de mayor libertad gozará el espíritu. 






Cuando después de profundo y reposado sueño sin ensueños se restituye el hombre al estado de vigilia, no conserva recuerdo alguno de su existencia nocturna y, sin embargo, en su cerebro están grabadas, aunque latentes bajo la presión de la materia, las escenas y paisajes que vio durante su peregrinación en el cuerpo astral. Estas latentes imágenes pueden revelarse por los relámpagos de anímica memoria que establecen momentáneos intercambios de energía entre el universo vivible y el invisible, es decir, entre los ganglios micrográficos cerebrales y las películas escenográficas de la luz astral. Por lo tanto, un hombre que nunca haya estado personalmente en un paraje ni visto a determinada persona, puede asegurar que ha estado y la ha visto, porque adquirió el conocimiento mientras actuaba en “espíritu”. Los fisiólogos sólo pueden objetar a esto diciendo que en el sueño natural y profundo está la voluntad inerte y es incapaz de actuar, tanto más cuanto no creen en el cuerpo astral y el alma les parece poco menos que un mito poético. Blumenbach afirma que durante el sueño queda en suspenso toda comunicación entre cuerpo y mente; pero Richardson, de la Sociedad Real de Londres, redarguye acertadametne al fisiólogo alemán, diciéndole que se ha excedido en sus afirmaciones, pues no se conocen todavía a punto fijo las relaciones entre cuerpo y mente. Añadamos a esta opinión la del fisiólogo francés Fournié y la del eminente médico inglés Allchin, quien confiesa con entera franqueza que no hay profesión científica de tan insegura base como la medicina, y veremos que no sin justicia deben oponerse las ideas de los sabios antiguos frente a las de la ciencia moderna.




miércoles, 23 de marzo de 2011

Aviso importante

Los horarios y teléfonos de la Sociedad Teosófica en México son:

Tel: 5546-6545 de lunes a viernes de 18:00 a 21:00 horas
5119-2820 de10:00 a 18:00 horas de lunes a viernes.
Y está ubicada en Ignacio Mariscal 126 col. Tabacalera, entre el metro Revolución y el monumento a la Revolución, su ubicación en Google Maps es ésta: http://goo.gl/maps/DfMb

miércoles, 23 de febrero de 2011

Los ritos paganos y el paganismo

¿Qué nos dice el Glosario Teosófico de Madame Blavatsky sobre el término Pagano?
Pagano  (Del latín paganus).-  Al principio, no tenía esta palabra ningun mal significado; equivalía simplemente a habitante del campo o de los bosques, o sea aquel que vive a gran distancia de los templos de la ciudad y desconoce, por lo tanto, la religión del Estado y sus ritos.  A palabra “gentil” (heathen, en inglés) tiene un significado parecido, y designa al que vive en los matorrales (heaths, en inglés) y en el campo.  Pero en la actualidad, ambos términos vienen a significar idólatras(G.T. H.P.B.)

¿Y de los dioses paganos?
Dioses paganos.-  Este término se ha interpretado erróneamente en el sentido de ídolos.  La idea filosófica relacionada con tales dioses no fue nunca de algo objetivo o antropomórfico, sino que en cada caso se trataba de una potencia abstracta, una virtud o una cualidad de la Naturaleza.  Dioses hay que son divinos Espíritus planetarios (Dhyan Chohans) o Devas, entre los cuales figuran también nuestros Egos.  A excepción de esto, y especialmente siempre que están representados por un ídolo o en una forma antropomórfica, tales dioses, en los panteones indo, egipcio o caldeo, representan simbólicamente Potencias espirituales y sin forma pertenecientes al “Kosmos invisible”.  [“Es incontestable –dice el abate Martigny en su Dictionn. Des Antiquités Chrétiennes –que en los tres primeros siglos del Cristianismo se encuentran con bastante frecuencia en las pinturas, tumbas y sarcófagos genios, centauros, cariátides, telamones, ninfas, náyades y otros asuntos de las “fábulas de la teología pagana”.  –Véase: Dioses inferiores.]  (G.T. H.P.B.)




Nos lleva irremediablemente a las sectas, de las cuales, el propio Jesucristo formó parte en una de ellas:

LA  SECTA  NAZARENA

La secta nazarena existía ya unos ciento cincuenta años antes de J. C., y sus prosélitos habitaban a orillas del Jordán y en la ribera oriental del mar Muerto, según Plinio y Josefo.
Dice Munk que galileo es casi equivalente a nazareno, y que los naturales de dicha comarca de Judea mantenían muy íntimo trato con los gentiles, hasta el punto de que la plebe se había asimilado algunos ritos y ceremonias religiosas del paganismo, por lo que los judíos ortodoxos miraban despectivamente a los galileos.
Añade Munk que “los nazarenos formaban ya comunidad regular antes de la promulgación de las leyes de Musah”; y así lo demuestra el pasaje del Libro de los Números que minuciosamente describe esta secta, hasta el punto de que en las órdenes dadas por el Señor a Moisés se reconocen sin dificultad los ritos, ceremonias y reglas de los sacerdotes de Adonis, pues como estos se obligaban los esenios a la pureza y abstinencia y se dejaban crecer el cabello. Del profeta Elías, también nazareno, dicen las Escrituras que era “hombre peludo, que lleva ceñido a sus lomos un cinto de cuero”.
Los autores antiguos aplicaron las denominaciones nazar y nazareth indistintamente a los adeptos indios y paganos. De seguro nos concitaríamos las iras clericales con sólo apuntar la idea, muy verosímil por otra parte, de que los nazarenos de Judea y sobre todo los “profetas del Señor”, estaban iniciados en los Misterios paganos y pertenecían en su mayor parte a una misma confraternidad internacional de adeptos. Recordemos a este propósito que según refieren Amiano Marcelino y otros historiadores, al penetrar Darío Hystaspes en la Bactriana (India septentrional), aprendió de los brahmanes la ciencia astrológica y cosmológica con ritos de purísima significación que comunicó a los magos. En cambio, también dice la historia que Darío acabó con los magos y restableció el culto de Ormuzd y la religión pura de Zoroastro, lo cual parece oponerse al epitafio puesto en la tumba de Darío diciendo que fue hierofante o maestro de magia. El error histórico resulta evidente, de modo que en esta confusión de nombres, el Zoroastro instructor de Pitágoras no pudo ser el fundador de la religión parsi ni el reformador Zarathustra ni el profeta de la corte de Vistaspa ni tampoco el que sobrepuso la autoridad de los magos a la de los mismos reyes. En el Avesta, que es el más antiguo texto sagrado parsi, no se descubre ni el más ligero indicio de que el reformador hubiese tenido relación alguna con los países que posteriormente adoptaron el culto mazdeísta, pues ni siquiera menciona a los iranios, medos, asirios y persas. Por lo tanto, es muy natural que el nombre de Zoroastro no fuese propio de una sola personalidad, sino común a todos los jerarcas de la religión mazdeísta.(Isis sin velo, tomo 3, HPB).
Quítemosle pues el aroma de malo, prohibido, satanismo y perdición a los ritos paganos, pues son origen de las grandes religiones monoteístas, y no se originan en otro lado sino en la misma naturaleza. Las fuerzas de la naturaleza son a las que debemos rendir culto y trabajar con ellas, a ellas nos debemos.

viernes, 14 de enero de 2011

El Zodíaco




Zodíaco (Griego).- De la voz zodion, diminutivo de zoon, animal. Esta palabra es empleada con una significación dual; puede referirse al Zodíaco fijo e intelectual, o al Zodíaco movible y natural. “En astronomía –dice Science- es un cinturón imaginario en el cielo, 16 o 18 grados de ancho, por el medio del cual pasa la vía del sol (la eclíptica)”. Contiene las doce constelaciones que constituyen los doce signos del Zodíaco, y de las cuales reciben su nombre. Como la naturaleza de la luz zodiacal –aquella figura triangular prolongada y luminosa, que estando situada casi en la eclíptica, con su base en el horizonte y su vértice a mayores y menores alturas, sólo puede verse durante los crepúsculos matutino y vespertino- es enteramente desconocida para la ciencia, el origen y la verdadera significación y el sentido oculto del Zodíaco fueron y todavía son un misterio, para todos excepto para los Iniciados. Estos últimos han guardado bien sus secretos. Entre el caldeo contemplador de los astros y el moderno astrólogo media aun hoy día un ancho abismo; y ellos andan errantes, segun las palabras de Albumazar, “entre los polos, y los ejes celestes, entre excéntricas, centros, concéntricas, círculos y epiciclos”, con vana pretensión a algo más que la profana habilidad humana. Con todo, algunos de los astrólogos, desde Tycho Brahe y Kepler, de astrológica memoria, hasta los modernos Zadkiels y Raphaels, han intentado hacer una ciencia maravillosa de tan escasos materiales ocultos como tenían a la mano desde Ptolomeo en adelante. (Véase: Astrología). Volviendo al Zodíaco astrológico propiamente dicho, sin embargo, es un círculo imaginario que pasa alrededor de la tierra en el plano del ecuador, llamándose su primer punto Aries 0 grados. Está dividido en doce partes iguales denominadas “Signos del Zodíaco”, conteniendo cada una 30 grados de espacio, y en él está medida la verdadera ascención de los cuerpos celestes. Zodíaco móvil o natural es una serie de constelaciones que forman un cinturón de 47 grados de ancho, situado al norte y al sur del plano de la eclíptica. La precesión de los equinoccios es causada por el “movimiento” del sol a través del espacio, lo cual hace que las constelaciones parezcan moverse hacia adelante contra el orden de los signos a razón de 50 y 1/3 segundos por año. Un simple cálculo demostrará que a dicha razón la constelación de Tauro (Aleph en hebreo) se hallaba en el primeri signo del Zodíaco al principio del Kali Yuga, y por consiguiente el punto equinoccial caía allí. En este tiempo también Leo estaba en el solsticio de verano, Scorpio en el equinoccio de otoño y Acuario en el solsticio de invierno, y estos hechos forman la clave astronómica de la mitad de los misterios religiosos del mundo, incluso el esquema cristiano. El Zodíaco fue conocido en la India y el Egipto durante incalculables edades, y el conocimiento de los sabios (magos) de estos países, con respecto a la influencia oculta de las estrellas y de los cuerpos celestes sobre nuestra tierra, fue mucho mayor de lo que la astronomía profana puede jamás esperar alcanzar. Si, aun hoy día, en que la mayor parte de los secretos de los Asuramayas y de los Zoroastros se han perdido, está aun ampliamente demostrado que los horóscopos y la astrología judiciaria están muy lejos de estar basados en la ficción, y si hombre tales como Kepler y hasta sir Isaac Newton creían que los astros y las constelaciones influían en el destino de nuestro globo y sus humanidades, no se requiere de gran esfuerzo de fe para creer que unos hombres que estaban iniciados en los misterios de la Naturaleza, lo mismo que en astronomía y astrología, supiesen de una manera precisa de qué modo las naciones y la humanidad, las razas todas, lo mismo que los individuos, pudiesen ser afectados por los llamados “signos del Zodíaco”. [He aquí los nombres sánscritos que dieron los antiguos escritores indos a los doce signos del Zodíaco: 1) Mecha (Aries); 2) Richabha (Tauro); 3) Mithuna (Géminis); 4) Karkâtaka (Cáncer); 5) Simha (Leo); 6) Kanyâ (Virgo); 7) Tulâ (Libra); 8) Vrischika (Escorpio); 9) Dhanus (Sagitario); 10) Makara (Capricornio); 11) Kumbha (Acuario); y 12) Mîna (Piscis). –Véase el interesante artículo de T. Subba Row titulado Los doce signos del Zodíaco, que apareció en la selecta colección de Five Years of Theosophy.] (G.T. H.P.B.)
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