domingo, 25 de octubre de 2009

Reflexión sobre la vida y la muerte





Es un poco irónico el saber que lo único que tenemos seguro en ésta vida es al mismo tiempo a lo que más le tememos: La muerte.
Nuestra cultura occidental y nuestras religiones judeo-cristianas nos enseñan a temerle a la muerte. Aún que la religión nos promete vida eterna en un reino de nubes, arpas y simpáticos angelitos ("Se alcanza un nivel ciertamente muy elevado de cultura cuando el hombre se libera de la ideas y temores supersticiosos y religiosos, y, por ejemplo, no cree ya en los simpáticos angelitos o en el pecado original, y ha olvidado también hablar de la salvación del alma: si se encuentra en este grado de liberación, le queda aún por superar, con la máxima tensión de su reflexión, la metafísica" Nietzsche) también hay que recordar que nos promete el castigo eterno, entre llamas, lava ardiendo, criaturas horribles y oscuridad (aunque según un sueño profético de mi mamá, el infierno no es mas que la máxima expresión de la soledad adornada por una serpiente en un panteón, la serpiente también horrible por cierto). Teniendo éstas dos opciones de morada eterna y destino final, al hombre occidental se le enseña a temerle a la muerte, pues está demasiado apegado al mundo material, y la muerte supone por tanto, el desapego a ese mundo, a ese cuerpo que tanto cuidó y en muchas ocasiones hasta excedió en remedios, aditamentos, comida, contaminación y radiación. Se crea entonces una relación fetiche entre el dueño del cuerpo y su cuerpo.
Ahora viene entonces una afirmación que me ha cambiado un poco la vida (hay miles de ellas que me han ido cambiando la vida, dicho sea de paso, si tu vida no va en constante cambio, ni es vida): Tú no eres tu cuerpo. El dueño del cuerpo es cosa muy distinta al cuerpo en si. El cuerpo se regenera cada segundo, millones de células nacen y otros millones mueren, las uñas crecen y las cortamos, el cabello igual, nuestras secreciones, nuestros gases salen y dejan de ser parte de nuestro intestino para pasar a formar parte del espacio aéreo, nuestras lágrimas que alguna vez formaron parte de nuestro sistema linfático, cuando lloramos pasan a formar parte otra vez del espacio aéreo. Todo lo que alguna vez consideramos como nuestro cuerpo, en cuestión de minutos o segundos pasa a engrosar las filas del aire, del agua y de la tierra. ¿Que queda de aquel bebé hermoso que nuestra mamá alimentaba con su sacro pecho, con sus piernitas, manitas y su sonrisa de querubín? Todas esas células han ido muriendo y regenerándose, nacen, crecen y mueren, todo en un constante cambio (si el mismo cuerpo físico sigue ésta regla, apoya mi teoría de que tu vida mental debe ir en constante cambio por ley natural). De aquí que se desprenda naturalmente que Tú no eres tu cuerpo.
Al comprender ésto se deja de temer a la muerte, pues lo único que de estar animado cuando morimos es el cuerpo, siendo el cuerpo entonces un vehículo de nuestra verdadera esencia. A saber tenemos siete cuerpos o principios: 1) Âtman (Espíritu); 2) Buddhi (alma espiritual); 3) Manas (mente o alma humana); 4) Kâmarûpa (alma animal, asiento de los instintos, deseos y pasiones); 5) Prâna (vida, o sea la porción de Jîva que el cuerpo físico se ha apropiado); 6) Linga-zarîra (cuerpo astral, o doble etéreo, vehículo de la vida), y 7) Sthûla-zarîra (el cuerpo físico, moldeado sobre el Linga-zarîra)  (Blavatsky. Doctr. Secr., I, 177 y II, 627).





Hay otro aspecto importante a ser tomado en cuenta por la mente occidental, y es otra de ésas afirmaciones que cambian la vida y la forma de ver las cosas: La muerte no existe. Todo es vida en el universo, todo está en constante movimiento, nada está inerte, pues en el actual período de manifestación todo está en un perpetuo e incansable movimiento. La piedra que yace en el páramo más inhóspito de la tierra, tiene átomos que se mueven frenéticamente y que le dan su carácter sólido, por tanto, está viva. El cadáver de un hombre que se postra ante una mesa de exploración médica, tiene dentro de si, miles de reacciones químicas, miles de moléculas interactuando unas con otras, millones de partículas atómicas intercambiando energía, por tanto, está vivo. Nótese que no utilizo acá lenguaje "súper elevado" ni hablo de subjetivismos religiosos o espiritualoides, cosas místicas que sólo pueden alcanzar seres superiores a través de décadas de introspección ascética. No, hablo con el lenguaje de la ciencia. La definición de vida para la Real Academia Española de la Lengua es Vida: (del latín vita) Fuerza o actividad interna sustancial, mediante la que obra el ser que la posee. Y para la Enciclopedia Británica : materia viva es aquella que muestra ciertos atributos que incluyen capacidad de reacción, crecimiento, metabolismo, transformación de la energía y reproducción.
La pregunta que cabría hacer aquí es ¿Qué/quién/quienes es/son ésa fuerza interna sustancial o qué/quién/ quienes otorga(n) ésos atributos a la materia? ¿Qué ordena a las células? ¿Quién las dirige? ¿Cuál es ésa fuerza interna que de manera ordenada, milimétrica, efectiva y precisa le da capacidad de reacción, pensamiento y fuerza a un pedazo de materia inanimado?
Para los tibetanos es Fohat
"es el oculto poder electrovital personificado, que bajo la voluntad del Logos creador, une y combina todas las formas, dándoles el primer impulso, que con el tiempo se convierte en ley; la fuerza activa en la Vida universal, el principio animador que electriza cada átomo haciéndole entrar en la vida; la eminente unidad que enlaza todas las energías cósmicas, tanto en los planos invisibles como en los manifestados.  Penetrando en el seno de la substancia inerte, la impulsa a la actividad y guía sus primarias diferenciaciones en los siete planos de la Conciencia cósmica.  Obra sobre la substancia manifestada o Elemento único, y diferenciándolo en varios centros de energía, pone en acción la ley de Evolución cósmica, que, obediente a la ideación de la Mente universal, hace brotar a la existencia todos los diversos estados del Ser en el sistema solar manifestado.  Es el misterioso lazo que une el Espíritu con la Materia, el Sujeto con el Objeto; el “puente” por medio del cual las ideas existentes en el Pensamiento divino se imprimen en la Substancia cósmica como leves de la Naturaleza"


Cuando murió mi abuela, y un mes después mi bisabuela, comprendí que la forma de manifestación de su vida había cambiado, que se encontraban en un nivel distinto de expresión de la vida, que habían dejado la materia para perderse un momento por los órdenes no-materiales pero que seguían formando parte de la vida, pues en éste período de manifestación del cosmos (manvantara) Todo es Vida.
Ahora bien, la ciencia podría aducir que no es lo mismo simplemente vida a vida inteligente, y que las búsquedas en el espacio exterior no sólo buscan vida, sino vida inteligente (que hasta ahora en el 2009 oficialmente seguimos siendo los seres humanos la única expresión de vida inteligente en todo el universo, tema tan controversial que da para otro post). Porque se podrá encontrar agua en la Luna, gases en Titán o hielo en Neptuno pero a esto nunca se le llamará vida inteligente, sino apenas un conglomerado de hidrógeno, oxígeno y carbono. Sin embargo, ese conglomerado parece guardar un orden, una exactitud danzarina, un vaivén bien argumentado de átomos, órbitas electrónicas y partículas sub-atómicas. Pareciera los electrones, neutrones y protones no se conforman con asistir al salón de baile, sino que bailan al ritmo de una música universal, y lo hacen con tal arte y gracia, que diera la impresión de ser un grupo de baile que se mueve al ritmo de un glorioso vals orquestado por el Fohat. Por tanto, éstas fuerzas de cohesión, de movimiento intramolecular y sub-atómico no parecen ser poco inteligentes. De aquí que se desprenda que todo el universo es vida inteligente (teniendo en cuenta claro, que hay distintos niveles de inteligencia, así como hay distintas formas de organización de la vida, lo que le da al universo una combinación infinita de manifestaciones de la vida).



En México no se celebra a la muerte, apenas se conmemora a nuestros muertos, cosa muy distinta. Las antiguas tradiciones prehispánicas tenían la concepción de que los muertos iban a parar a Mictlán, análogo al paraíso Judeo-cristiano o islámico, lugar de descanso de las almas (se podría también comparar con el Devachan de la Teosofía, sólo que en las tradiciones cristianas e islámicas el paraíso es un destino final, mientras que el Devachan es un estado intermedio entre dos vidas terrestres). La celebración mexicana tiene como fundamento que los muertos nos visitan el 1 y 2 de noviembre, y por tanto se les recibe con comida, bebida, música y algarabía. Muy lejana a la idea de que son rituales macabros donde se le rinde pleitesía a la muerte como un avatar o deidad. Pero se advierte ya que el país guarda una tradición en la que la muerte se ve como un estado transitorio, una morada benefactora, un paso. Sea pues la muerte no un final, sino un estado, un proceso en el cual la materia pierde la fuerza vital, pero la esencia perdura, y con ella la vida.


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